Hace unos días nuestra compañera Sofía Vergara nos hablaba sobre la invisibilidad de las mujeres, ya sea en considerar aquel arduo trabajo que suponen los cuidados o ese reconocimiento, y por consiguiente, el ascenso en el ámbito laboral, a veces imposible debido al famoso “techo de cristal”. Sin embargo, creo que un claro ejemplo de esa invisibilización que sufrimos las mujeres la podemos observar en la historia.
Muchas veces cuando acudo a las intervenciones os pregunto ¿Quién es Concepción Arenal? y ¿Clara Campoamor? ese instante en el que el silencio pasa a dominar el aula es, para mí, uno de los momentos más tristes. Como no va a serlo, son dos mujeres que lucharon por unos derechos tan fundamentales como son nuestro acceso a la educación superior, que no se consiguió hasta 1910, y el voto femenino logrado en 1931. Fijaos, a pesar de estar bajo la influencia del sistema patriarcal, entendido como “la manifestación e institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres y niñas y niños de la familia y la ampliación de ese dominio sobre las mujeres en la sociedad en general” (Gerda Lerner, 1990), siempre hubo mujeres que se saltaron esas normas opresoras para conseguir buena parte de los derechos que hoy disfrutamos.
¡Ay esas rebeldes! (con causa)
Hoy podría hablaros de muchas mujeres, por suerte, nuestras teóricas e historiadoras feministas se han encargado de recuperarlas para que no pasen al olvido. Actualmente tenemos una amplia genealogía, y no dudo en que seguirá creciendo, en la que podemos encontrar artistas como Sofonisba Anguissola o Artemisia Gentileschi, pintoras italianas de gran éxito del siglo XVII; científicas como Margaret Hamilton o María Goeppert Mayer; filósofas como Hipatia de Alejandria o Simone de Beauvoir, quien escribió una de las obras más importante del feminismo contemporáneo “El segundo sexo” (1949); historiadoras de la altura de Gerda Lerner o Mary Nash; antropólogas pioneras como Margery Wolf o Peggy Golde; médicas como Salpe de Lemmos o Elizabeth Blackwell; abogadas tan luchadoras como Clara Campoamor, Victoria Kent o Christabel Harriette Pankhurst; escritoras que se aventuraron a escribir sobre la situación de las mujeres como Christine de Pizan en la Edad Media o Gabriela Mistral, que ganó el premio nobel de literatura en 1945 y reivindico los derechos de las niñas y los niños a principios del siglo XX; deportistas como Kathrine Switzer, que corrió la maratón de Bostón en 1967 a pesar de tenerlo prohibido (pues era mujer) y así, un largo etcétera que podríamos desarrollar hasta nuestros días, pero lamentablemente no disponemos del tiempo ni del espacio para hacerlo.
2. Christine de Pizan, siglo XIV
3. Simone de Beauvoir, París 1908-1986
4. Kathrine Switzer, Maratón de Bostón, 1967
Si somos críticas y analizamos esta invisibilización podemos sacar rápidamente dos conclusiones. Por un lado, el gran desconocimiento de la labor de estas grandes mujeres por la gran mayoría de la sociedad y, por otro, la falta de referencias para muchas niñas y adolescentes, y el conocimiento por parte de los niños y adolescentes de que las mujeres también son científicas, por nombrar una disciplina. Un claro ejemplo de lo que os digo lo podemos encontrar en este breve vídeo:
Como os decía podría desarrollar la vida y obra de cada una de las mujeres que os he mencionado anteriormente, pero quiero darme el gusto de al menos introduciros el “bichito” de la curiosidad e investiguéis quienes son esas mujeres, seguro que os sorprendéis. Pero no os impacientéis, hoy os hablaré de una institución tan importante como fue el Lyceum Club Femenino de Madrid, una pequeña reseña de lo que fue ese espacio feminista de principios de siglo XX.
¡Vamos allá!
Corría el 4 de noviembre de 1926, durante la dictadura de Primo de Rivera, cuando un grupo de mujeres que se definían como “un grupo numeroso de mujeres inteligentes, cultas y de ideas amplias” (Aguilera, 2011) deciden fundar una asociación femenina llamada Lyceum Club Femenino. Inspiradas por el Lyceum Club de Londres, fundado en 1903 por la escritora Constance Smedley que, con un claro espíritu erudito, buscaba que las mujeres pudieran involucrarse como intelectuales, abarcando las artes, las ciencias y el bien público, dentro de la sociedad establecida.
Así el Lyceum Club de Madrid se convierte en un lugar de encuentro de mujeres donde se estudiaban temas como la situación social de la mujer en España y su lucha por la igualdad y la emancipación. La presidenta, quien también dirigía la Residencia de Señoritas, era María de Maeztu, y Victoria Kent (abogada) e Isabel Oyarzabal (escritora y diplomática) eran las vicepresidentas, como tesorera estaba Amalia Galárraga, como secretaría estaba Zenobía Camprubí (traductora y ,para quien no la conozca, esposa del poeta Juan Ramón Jiménez) y como vicesecretaria la profesora Helen Philips.
Siguiendo el modelo londinense, la asociación desarrolla y establece seis secciones o temas a tratar como el social, la música, las artes plásticas e industriales, la literatura, las ciencias, internacional y, por último, la hispanoamericana.
Los requisitos para ser miembro eran tener inquietud por formarse, haber cursado estudios superiores o haber realizado obras sociales; no respondían a la clase, la edad, el estado civil, las creencias religiosas ni a la orientación sexual. Aunque, debido a las circunstancia de la época, casi la gran mayoría de estas mujeres pertenecían a una clase media o alta, pues eran las que podían permitirse acceder a estudios superiores.
Sin embargo, como os he mencionado antes, estaban bajo el sistema patriarcal y como es de costumbre la histeria masculina se desato al tener constancia de lo que allí ocurría. Se las acusó y tildó de criminales, liceómanas, ateas, excéntricas, desequilibras, se dijo del Lyceum que era un lugar en el que obraba el demonio, y así, un largo etcétera (Mangini, 2006). La gran mayoría de estas acusaciones provenían de los sectores intelectuales conservadores y eclesiásticos, pues el temor a la mujer moderna, intelectual y emancipada estaban presentes. No debemos olvidar que el talento, la intelectualidad y, por tanto, la razón, era un territorio exclusivamente masculino, el hecho de que mujeres se aventurasen a ocupar esos lugares era algo intolerable, y más aún si se trataba de una asociación exclusivamente femenina, que impedía a los hombres ser socios.
Pero estas acusaciones no iban a dificultar que estas mujeres desarrollasen sus aptitudes, de tal manera que el Lyceum se convirtió en un lugar de inspiración para muchas artistas y escritoras como Ernestina de Champourcin, Concha Mendez o Elena Fortún, e incluso un lugar donde se organiza el plan para suprimir el artículo 57 del Código civil que supeditaba a la esposa al marido o se discutía y repensaba el artículo 438 que sólo desterraba al hombre en caso de matar o herir con gravedad a su mujer por infidelidad conyugal, y obviamente la cuestión del sufragio femenino, que será uno de los temas más polémicos de las cortes de 1931 y será Clara Campoamor quien defienda y consiga el voto para la mujer. Desarrollaron obras sociales como las guarderías para padres trabajadores, en 1931 crean la Asociación auxiliar del niño acompañadas de bibliotecas y talleres para aprender oficios y desarrollar la cultura.
El Lyceum Club se convirtió en un espacio de sociabilidad, donde mujeres crecían intelectualmente y debatían temas de la actualidad, un lugar en el cual pensaban y reivindicaban los derechos de las mujeres, que con la llegada de la II República en 1931 se hicieron posibles buena parte de ellos, pues un claro ejemplo fue el voto femenino, el derecho al divorcio o ser elegidas como diputadas.
Sin embargo, este espacio, que tras el golpe militar contra un gobierno legítimo como era la República y que encauzo al país a tres duros años de guerra civil que dieron paso a 40 años de dictadura franquista, acabó desapareciendo en 1939. El Lyceum Club se convierte en el Club Medina y pasa a ser dirigido por la Sección Femenina, convirtiéndose en un instrumento del nuevo régimen con el objetivo de supeditar a la mujer al hogar y la obediencia al marido. Esas liceómanas, feministas, modernas e intelectuales, y con ellas los derechos de la mujer, desaparecen como si nunca hubieran existido.
Para finalizar, deciros que nunca debemos olvidar nuestra historia, buena parte de los derechos que hoy disfrutamos han sido obtenidos a partir de la lucha de muchas mujeres y es nuestro deber reivindicarlos y conservarlos, pues como habéis visto, estos pueden desaparecer.
Os dejo con este vídeo que nos habla sobre el Lyceum Club femenino y por último deciros que cuando impartáis historia penséis también en mujer.
Sara Fuentes González
Licenciada en Historia y Máster en Estudios Feministas.
Aguilera Sastre, Juan (2011) “Las fundadoras del Lyceum Club femenino español”. Brocar, 35. Pp 65-90. Disponible en: https://publicaciones.unirioja.es/ojs/index.php/brocar/article/view/1595/1492 (Consultado el 5 de Junio de 2017).
Mangini, Shirley (2006) “El Lyceum Club de Madrid un refugio feminista en una capital hostil”. Asparkia, 17. Pp 125-140. Disponible en: http://mav.org.es/documentos/ASPARKIA/ASPARKIA%2017%20Lyceum%20Club%20Madrid.pdf (Consultado el 5 de Junio de 2017).
Lerner Gerner (1990) La creación del patriarcado. Editorial Crítica.
http://www.eldiario.es/politica/Madrid-pioneras-Lyceum-Club-Femenino_0_620138600.html
https://lyceumclubfemenino.com/
http://www.lavanguardia.com/hemeroteca/20140404/54404643153/concepcion-arenal-feminismo-espana-mujeres-escritoras-activistas-penalistas-derecho-penitenciario.html
http://www.mujeresenlahistoria.com/2014/10/la-madre-del-feminismo-espanol.html
https://lyceumclubfemenino.com/el-lyceum/
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