La trata de seres humanos con fines de explotación ya está en la agenda política. Hay que reconocerlo. Existen planes, leyes, protocolos, subvenciones… y sin embargo, a nivel capilar, la maquinaria que capta, traslada, vende – compra y explota niñas y mujeres sigue funcionando a pleno rendimiento. Toda una arquitectura de lenguaje y legislación que cuando se traduce en números reales de mujeres atendidas, cuidadas, reparadas y recuperadas simplemente sonroja por su escasez. Todo el modelo tiene unos cimientos muy pobres. El modelo sigue sin incorporar una auto-crítica del sistema educativo y de consumo, de valores patriarcales y discriminatorios que lo sustentan. Seguimos educando a la infancia en los modelos ridículos del «azul y rosa», en «la Bella y la Bestia», en los estereotipos del amor romántico, en vampiros pederastas por los que una adolescente es capaz de sacrificarlo todo… normal, su otra alternativa es un hombre lobo…
De esa cadena que vamos instalando a golpe de consumo, audio-visual, música martilleante… generamos unos individuos perfectamente preparados para jugar sus roles de género. En este contexto la cosificación de la mujer, la mercantilización de su cuerpo, es otra casilla más. La trata no podrá ser erradicada a golpe de intervención policial. La trata no podrá ser eliminada por muchas casas de acogida, campañas para disuadir la demanda u otras cosas simples pero de impacto desconocido… La trata será erradicada en un contexto donde la igualdad de derechos y oportunidades, la visión empoderadora para niños y niñas por igual, se instale desde el principio. Principio que arranca desde el mismo momento en que al bebé le ponemos patucos de no-sé-qué color o lo marcamos en las orejas porque si no luego duele más… la trata es una forma de violencia más de una estructura de violencia bien instalada. Hay que agarrar bien la caja de herramientas y ponerse a desmontar. Nos va mucho en ello.
Antonio Rivas.
Abogado y Coordinador de Formación de Proyecto Esperanza.
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